Como lo han leído: Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote y padre de las letras españolas, estuvo por Albolote. Y dejó testimonio de ello: así lo cuenta Adolfo Bonilla San Martín en su libro ‘Cervantes Y Su Obra’, concretamente en la página 75.
Sabíamos que Cervantes había conocido Granada y tanto le gustó la ciudad que lo dejó escrito en el Quijote: “Yo, señor, respondió el caballero, voy a Granada, que es mi patria. Y buena patria, replicó D. Quijote”. Lo de Albolote se nos escapaba, aunque gracias al libro de Bonilla San Martín, publicado originalmente en octubre 1916 en la calle Príncipe 16 de Madrid enhomenaje a los 400 años de la muerte de Cervantes; así dice:
“El que por los años de 1546 (sic) quisiera recorrer las 75 leguas que hay de Granada a Valencia toparía a una de aquella población el lugar de Albolote (pueblo de 2.091 habitantes en 1887); a tres leguas de Albolote, con Daifontes (sic) (aldea de 772 moradores en la referida fecha)”. Por Granada andaba Cervantes, y tomó la salida natural al nordeste de la ciudad, o sea por Albolote, para ir a Valencia cuya distancia estimaba en 75 leguas de la época. Esta medida de longitud del antiguo sistema español equivale a 5572,7 metros, que era lo que una persona podía andar o cabalgar aproximadamente durante una hora. Hoy en día, entre Albolote y Valencia hay unos 513 kilómetros, pero con aquellas mediciones de los tiempos de Cervantes la distancia parecía considerablemente menor.
El error en la fecha –“por los años de 1546”- es evidente, porque Cervantes nació en 1547. Lo más probable es que el autor se refiera a 1596: desde 1587 fue comisario de provisiones de la Armada Invencible en Andalucía, es decir, cobrador de impuestos. Impedido por las autoridades de la época para viajar a América, a partir de 1594 tuvo que aceptar un puesto similar, el de recaudador de impuestos atrasados, tercias y alcabalas, al modo de la manlieva, esto es, los tributos que se cobraban de casa en casa o de mano en mano para que no hubiera problemas de pago.
Por la terciá, habría que aclarar que en aquella época tampoco sería muy agradable eso de pagar impuestos y más para el cobrador cuya reputación era mancillada por esto: las acusaciones de judaizante le convertían en una especie de apestado del momento, puesto que eran los judíos quienes anteriormente a su expulsión estaban encargados de cobrar impuestos. Era un oficio muy mal visto, pero no tanto como hoy: las dudas sobre él le costaron al menos dos estancias en la cárcel, que se suman a su cautiverio en Argel por cinco años.
Las dificultades de Miguel Cervantes en esta etapa las refleja el autor de Cervantes y su obra en el segundo capítulo con una expresión de aquellos tiempos: «Los bancos de Flandes y otras menudencias». “Pasar los bancos de Flandes” viene a manifestar las dificultades que una persona tiene que superar, de igual modo que los barcos de gran calado tiene que navegar por el peligroso mar de Flandes, así Cervantes tuvo que tratar con gente rufianesca y con autoridades arbitrarias, y entremedio, se dio un buen paseo por Albolote, que el andar alivia mucho y más si es por el camino de la Tres Cruces. Aquella experiencia vital de Cervantes alimentó su obra literaria y, tanto es así, que utilizó la misma expresión de su biógrafo, “pasar los bancos de Flandes” para describir esta etapa turbulenta de su vida.
Desde entonces, más de 400 años, España ha cambiado pero no tanto como parece: de hecho, Bonilla San Martín quiere contribuir con su obra “al mejor conocimiento de la historia española”. Hemos cogido el guante. Parafraseando a Cervantes,
"el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”: y más si uno para en Albolote, donde somos muy de leer, de andar, de ver e incluso de saber.