PASCUAS

Diciembre de 2008

Llega la Navidad y las felicitaciones. Cada vez se utiliza menos el “Felices Pascuas”, su uso es inversamente proporcional a la multiplicación del joujoujou que repite el jartible de Papa Noel por estas fechas. Antiguamente, antes de que Papa Noel tuviera barba, no tenía ni canas todavía, las navidades alboloteñas eran una época de tranquilidad y reunión familiar, cerca de una buena lumbre y sin tanto follón de tráfico en las calles ni centros comerciales saturados.

Una institución que se ha ido consolidando con los años ha sido la de los mantecados de los viajes de estudios que, por estas fechas, inundan las casas de tantas familias alboloteñas, muchas veces más pendientes de aprovechar los mantecados de un año pa otro, y combinarlos sabiamente con Machaquito mientras se va pensando en la próxima dieta para enero, que se promete tan rigurosa.

El marrano que se mataba en las casas por estas fechas servía para preparar unos mantecados artesanales hechos con manteca de cerdo totalmente natural, cuando no se había descubierto el colesterol otavía. Esa tradición cada vez se da menos, como la del aguinaldo. Aquellos chiquillos salían a pedirlo por las casas, con ganas de fiesta y cachondeo, pero ahora lo típico es quedarse en casa jugando con la Playstation, la Wii o la Xbox y sentaícos en el brasero. Sedentarismo lo llaman… pero es que se está tan agustico. Estos regalos que se pagan a tocateja y tirando de tarjeta poco tienen que ver con aquellos que se vendían en la tienda del Ovillico y que se iban pagando a plazos durante el año, a poquitapoco con las apreturas económicas de la época.

Y así, a poquitapoco, va llegando la Navidad con promesas renovadas o las de siempre, o las promesas renovadas de siempre, ya según cada uno. No he dicho nada de la crisis y la Navidad, porque de eso tendremos una enorme ración en todos los informativos.

Por cierto, Felices Pascuas a todos.

HALLOWEEN VS. JALOGÜIN

Albolote, noviembre de 2008

Cuando va acabando el mes de octubre, la víspera del día de Todos los Santos siempre hay en los medios noticias, comentarios o reportajes sobre Hallowe’en, esa fiesta importada del mundo anglosajón. Se dice que es una fiesta de origen celta, pero eso casi es lo de menos porque Jalogüín es una magnífica excusa para darse un garbeo y tomarse algo por ahí, mientras uno se disfraza de lo que sea.

Como el pasado primero de noviembre fue un día lluvioso -lluvia generosa para los olivos- ésta vez apenas hubo movimiento de chiquillería por las calles con el repetido “triquitrí”, que viene a ser una adaptación de la pregunta en inglés “trick or treat?”, truco o trato. Quizá haya muchos vecinos no acostumbrados a la costumbre del Halloween que prefieren no hacer caso del asunto… y al día siguiente se encuentran un huevo estrellado en la fachada.

Es lo que tienen las costumbres americanas, que nos las tomamos al pie de la letra. Fijarse ahora el pro-americanismo tan grande que hay en todos lados, tras la victoria de Obama. La televisión, sobre todo, es un gran escaparate por el que entran en todas las casas este tipo

Para otro año, me aplicaré el cuento, tendré preparada una bolsa de caramelos para los joíos niños que toquen al timbre y lo que es peor, nos hagan levantarnos de la mesa camilla, con lo agustico que se está en una mesa camilla y retrepao en el sofá.

Pero realmente en este primer artículo quería hablar de ciertas costumbres que se han ido perdiendo mientras otras nuevas se van dando, sobre todo en la gente más joven. Este asunto de

Jalogüín sirve, con un poco de ironía, para ver cómo una costumbre foránea se ha adoptado de una forma nueva de diversión que, por eso mismo, nos cuesta menos incorporar. Otra gallo cantaría si Halloween nos obligara a levantarnos a las 5 de la mañana como tanta gente hizo el último domingo de septiembre.

En esta columna mensual quiero acercarme a esos detalles sociológicos que se van trasformando, como se está renovando la fisonomía de Albolote, como está mudando el aspecto de la calle Real, como están cambiando tantas cosas a una velocidad lenta sin que reparemos en ello. Sin entrar en grandes profundidades, la cultura popular andaluza de la que Albolote forma parte con su peculiar personalidad, va olvidando algunas tradiciones e incorporando otras nuevas, e incluso se van trasformando algunas de las que ya existen: “es ley de vida”, como dice la expresión que algunas vez hemos oído. De esas leyes no escritas trataré de escribir en adelante.


Espero que sea de su agrado.