OBAMA

Enero de 2009

Tengo una exclusiva que contarles: Obama es el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos. -Pues vaya exclusiva, te has estrujao bien las meninges-. No se habla de otra cosa en los medios, desayuno, merienda y cena con el mismo asunto, dale que dale a los tópicos. Recién llegado a Washington, de donde las naranjas washingtonas, (casi) todo el mundo mira hacia la Casa Blanca con admiración por el momento histórico. Lejos quedan los tiempos en los que los emigrantes andaluces veían por primera vez a una persona de raza negra cuando llegaban a Francia. Con esa naturalidad me lo contaba una señora de Albolote que migró en los sesenta a la banlieue de París.

Por esos años se hicieron populares en España los primeros morenos, conocidos por los medios de comunicación: el músico Antonio Machín y el boxeador José Legrá, ambos cubanos de nacimiento. Aunque bien pensado, el rey mago Baltasar es el que más tiempo lleva dándose a conocer en día de Reyes. Por la pequeña pantalla vino Kunta Kinte, en aquella serie mítica ‘Raíces’, y por el cine, Sidney Poitier, un gran actor que tuvo un papel pionero en la industria de Hollywood.

Hoy en día, el exotismo por la presencia de personas de raza negra en nuestro entorno ha dejado de ser un fenómeno infrecuente: en los colegios, en el supermercado, en cualquier ámbito público y, por qué no, en la familia también. La foto que tiene Enrique, senegalés, en el Bar Lima es una manera cariñosa de integración a la alboloteña, con esa mezcla de estima y consideración que da el trato cercano con gente apañá. Enrique es un tío simpaticón, sonriente, bromista y que es apreciado en todos los bares del pueblo. Este es un ejemplo sencillo de cómo, actualmente, conviven con normalidad en Albolote gentes de muy diversas procedencias y orígenes, porque en el fondo todos estamos hechos de lo mismo y cómo mucho cambia el color la piel o los rasgos. ¿Y eso qué es? Na.

UNA ALBOLOTEÑA EN LA REPUBLICA DOMINICANA





María Trinidad Ramírez Segura nació en la calle Real de Albolote en el seno de una familia humilde de cinco hermanos: su padre, don Manuel Ramírez, fue emigrante durante 18 años en Francia, temporero en la vendimia, en la endibia o en lo que tocara. “Mari”, como la llaman en familia, nació con una vocación social sencilla de entender: ayudar al prójimo. Su madre, Doña Trinidad Segura, cuenta una anécdota muy humana de su hija: “cuando niña, Mari descolgaba a escondidas chorizos y longanizas de una caña y se lo daba a los pobres que pedían en su puerta. Lo hacía sin que nadie se enterase, por socorrer a los pobres”.

Doña Trinidad notaba que Mari, a los 7 años, ya tenía “algo especial” por ayudar a los más necesitados, para hacer el bien, sencillamente. Sus hermanos, Manuel, Juana, Rafael y Miguel destacan también esta condición bienhechora de Mari, de la que se sienten tan orgullosos.
A los 21 años, Mari entró con las hermanas Adoratrices (Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad), de las que en este 2009 se cumplen 200 años del nacimiento de su fundadora, Santa María Micaela.


Era 1980 y un año más tarde, en 1981, comenzó el Noviciado en la ciudad de Valencia. Su periplo como novicia la llevó dos años después a Burgos y en septiembre de 1985 a Málaga.
A la República Dominicana llegó 30 de Septiembre de 1987. Cuando su madre conoció el destino de su hija en este país caribeño, Mari le enseñó donde se encontraba aquella isla La Española, que parecía como “una hormiguita” en medio del océano. Sus padres, Trinidad y Manuel, quedaron contentos porque su hija era feliz realizando en lugar tan alejado esa vocación que la había llevado a hacerse monja.

“Como una paloma mensajera” voló hace 22 años por primera vez hacia la República Dominicana. Regresó a España para hacer los votos perpetuos en Granada el 9 de Octubre del 1988 y de nuevo volvió a Santo Domingo para desempeñar su servicio conforme a la misión de la Adoratrices, que es “liberar y promover a la mujer explotada por la prostitución o víctima de otras situaciones que la esclavizan, tratándola con benevolencia y verdadera caridad”.

Cuenta Mari que las monjas adoratrices trabajan con jóvenes con problemas de conducta mujeres de la calle que llevan la marca del dolor, pues entran en la prostitución en busca de un poco de dinero para poder sobrevivir a las situaciones de miseria de sus familias.

En las dependencias de su convento las adoratrices ofrecen una guardería, cursos de alfabetización, talleres de repostería, academia de peluquería, centro de informática e incluso confeccionan ropa de bebe para madres sin recursos. El centro tiene una función terapéutica para ayudar a las jóvenes de la calle de manera gratuita a cambiar su patrón de conducta, moldeando actitudes para que vuelvan a la sociedad, regeneradas en busca de una nueva oportunidad que aprovechar. Las cuatro comunidades adoratrices en la R. Dominicana tienen ese objetivo común de posibilitar alternativas de inserción a la mujer a través de la adquisición de aprendizajes culturales según sus capacidades y de la inserción sociolaboral como medida de lucha contra la exclusión social.

Mari lo dice con naturalidad: “porque creemos en el ser humano y pensamos que es digno de una segunda oportunidad”. Del mismo modo, en el plano institucional, las adoratrices cooperan con sus acciones con instituciones, grupos y personas que tienen responsabilidad social en la defensa y promoción de derechos de la mujer.


La familia de Mari conoce de su voz muchas historias humanas en las que ella ha intercedido para ayudar: sus padres y sus hermanos se sienten orgullosos por el trabajo, generoso y cotidiano, que hace con la gente en República Dominicana.
Actualmente desarrolla su labor en un barrio conflictivo de Santo Domingo Este, no sólo con jóvenes marginadas en el mundo de la prostitución sino también con niños de ocho meses a cuatro años en una guardería que alberga el convento que atiende junto a otras hermanas adoratrices.

Mari se siente muy contenta en tierras dominicanas, siente que a pesar de los problemas sociales, aquel país está lleno de esperanza y de gente buena, tan amigable, tan risueña. Allí tiene Mari a sus mejores amistades. Dice que se ha “inculturizado” con aquellas gentes con facilidad, es un país hospitalario con el que los españoles compartimos costumbres y aspectos culturales, lo que Mari muestra con esa curiosa mezcla del acento de Albolote y el habla dominicana, ambas con una honda raíz popular.

Recientemente el programa de Canal Sur “Andaluces por el mundo” mostró su quehacer cotidiano, tan solidario, en barrios marginales como El Caliche, Los Mina o La Ciénaga. En esos lugares Mari ha conocido muchas historias humanas de gente empobrecida cuyas necesidades no son cubiertas por la mano asistencial del Estado.

Para ayudar más eficazmente en aliviar esos sufrimientos humanos, Mari estudió Psicología en una universidad capitaleña. Los estudios fueron un acicate para ella, porque le permitió tener una nueva perspectiva y nuevas maneras para realizar su trabajo con éxito.

Mari recibe periódicamente aportaciones de sus familiares y amigos. El poco dinero que recauda lo “estira” para que pueda ayudar a cuántas más personas mejor. Siempre hay alguien que colabora, aunque la crisis económica actual, que afecta tanto a la República Dominicana como a España, hace que sea más difícil obtener esos donativos. Muchos alboloteños le ayudan. Cuando viene por aquí los veranos, a la salida de misa mucha gente se le acerca tranquilamente y le ofrecen su colaboración. Con esas aportaciones y más ayuda ha podido construir recientemente una pequeña casa para una familia que vivía en condiciones de pobreza extrema.

Y así Mari, con su constancia de “hormiguita”, va haciendo el bien entre palmeras, javillas y mangos, sigue descolgando “chorizos y longanizas” para ofrecérselas al desamparado, con el que empatiza para iniciar un camino de asistencia en un país que es tan suyo como este en el que nació, no hace tantos años, en una calle alboloteña.